Estaba viajando por los áridos territorios del sur de Marruecos, cuando me encontré con un grupo de camellos que rumiaban alrededor de unos solitarios árboles, detuvimos el todo-terreno en el que viajabamos a prudencial distancia para no interferir en la actividad del rebaño y me dirigí hacia la escena con la cámara preparada y lista para aprovechar la escena.

Tenía el camello, el camellero y un fondo interesante, aunque en mi cabeza surgía el deseo de realizar una imagen que aunara a estos tres componentes, pero ni
el camellero, ni el camello ni yo hablabamos el mismo idioma... así que
entre gestos y sonrisas -estas últimas del camello y mias, ya que el turbante que llevaba el camellero, le cubría parcialmente la boca y no podía ver su sonrisa claramente, pero por el fruncir de ojos suponía que también lo hacia- conseguimos darle forma a la imagen que desde
un primer momento, había surgido en mi imaginación.
Un paso atrás, un poco más a la izquierda, cuidado con las sombras, así de esta manera fuimos construyendo la historia de estas instantaneas que finalmente puedes ver aquí.
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